jueves, 27 de mayo de 2010

El llanto de Mourinho

En la final de la Liga de Campeones de 2008, Manchester United y Chelsea igualaron 1-1. En la definición desde el punto del penal, Cristiano Ronaldo falló. Pero al final de los disparos su equipo se proclamó vencedor. En ese instante, el portugués rompió en llanto. Se arrojó al grass y no se levantó.

Los aficionados de todo el mundo que observaban el desenlace del partido podían creer que Ronaldo lloraba de felicidad. Eso era lo más fácil de interpretar. Pero, la impresión que tuve fue la de un tipo pidiendo perdón.

En aquel momento, Ronaldo era considerado el mejor del planeta. Un futbolista con ese rótulo que pierda su disparo desde los 12 pasos, era para lapidarlo.

Ronaldo lloraba como un niño. Es válido. Todos tenemos de niño, adulto y padre según el doctor Eric Berne, creador del análisis transaccional.

Creo que Ronaldo sentía que cargaba con toda la culpa del partido por haber fallado. Pero cuando pasó la tensión, no pudo evitar desfogarse de esa manera.

La televisión mostró a Mourinho abrazando a Materazzi y llorando junto con él. Una escena tierna para algunos. Pero conociendo la soberbia del técnico portugués, por lo menos yo no me lo creo.

Sus lágrimas fueron reales, pero que me digan fueron de pena por dejar al Inter, no lo creo. Mourinho es un tipo frontal, muchas veces intolerable. Cuando llegó al Chelsea les dijo a sus jugadores que él se creía el mejor. Pues venía de ganar la Liga de Campeones con Porto.

Nadie puede dudar que Inter es uno de los mejores equipos del mundo. Pero no es el mejor. Barcelona, Chelsea, Real Madrid, Manchester United están por encima del cuadro italiano hoy.

Eso lo sabe el propio Mourinho. Incluso este Inter no es mejor al de la temporada pasada cuando tenía en sus filas a Ibrahimovic.

El título es en mayor parte la responsabilidad de Mourinho. El portugués se siente el mejor entrenador del planeta y conociendo algo de su mentalidad, quizás se considere el mejor de la historia.

Cuando ganó el título se marchó rápido, no festejó. Pero es humano. Soberbio, engreído y caprichoso. Cuando vio a Materazzi quiso descargar toda su emoción. No era una despedida. Se abrazaba a un campeón mundial (pese a que no es titular en Inter). Estaba festejando a su manera y con alguien de su categoría. 





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